Nadie en el horizonte, ni nada, nada más frutas rojas,
Frutas rojas por todos lados, aunque hay más a la derecha,
Una fruta roja afuera, cayendo de una estocada, y el mar
En algún lugar del final, cielo. Frutas rojas
Grandes como la pelota del estómago y tontas como ojos
Hartos de los límites, gordas
De jugo rojo azulado. Me ensucian los dedos.
No me solicitaron para esta hermandad de sangre; deben
amarme.
Se acomodan ellas mismas en mi botella de leche
aplastándose los costados.
Arriba de la cabeza los pájaros negros, los tuiteos cacofónicos-
Pedacitos de papel quemado vuelan en el cielo
Hay una sola voz protestando, protestando.
No creo para nada que el mar aparezca.
Los médanos altos y verdes se vuelan, como si hubiera luz dentro de ellos.
Voy hacia un racimo de frutas tan alto que parece un racimo de moscas,
Cuelgan su barriga verde azulada y su cabito verde en un pantalla china.
La fiesta de la miel de las frutas las relaja, ellas creen en el cielo.
Una estocada más y las frutas y racimos desaparecen.
Lo único que se acerca ahora es el mar.
Entre dos lomas un viento repentino me despeina
Arrojándome su fantasma de lavandería en la cara.
Esas dos lomas son muy verdes y dulces para tener gusto a sal.
Sigo entre ellas el camino de las ovejas. Una última estocada me trae
A la cara norte de una loma, y la cara es naranja roca
Esa mirada salida de la nada, nada, solo un inmenso espacio
De blancas y pesadas luces, y una reunión como de pájaros plateados
Golpeando y golpeando sobre un metal intocable.
No hay comentarios:
Publicar un comentario